Llevamos semanas de continua saturación con mensajes relacionados con el Covid-19, parece que otros titulares han desaparecido de repente, pero la realidad y fuente de incertidumbre es que no sabemos exactamente dónde estamos.

Separemos por un lado el problema de salud pública, que en el corto plazo es razonable pensar es el más importante, confiando en que las medidas propuestas por los expertos surtan su efecto, y más pronto que tarde todo quede resuelto en el aspecto sanitario.

Pero en el fondo subyace un grave problema, tenemos un sistema económico y social que es incapaz de dar respuesta a la mayoría de su población, por tanto, esta es una oportunidad para hacer que el sistema cambie hacía un nuevo modelo, donde su objetivo sea el bienestar de todas las personas, y la economía y la política sean las herramientas para llegar a ello.

Desafortunadamente la historia reciente nos muestra situaciones similares, donde desastres naturales/medioambientales, han sido gestionados de una forma egoísta en beneficio de determinadas élites, las cuales han acaparado la mayor parte de los recursos disponibles, mayoritariamente públicos, únicamente en su beneficio. Si no, ver como ejemplo la gestión del huracán Katrina, y las posteriores medidas de choque en Nueva Orleans.

La realidad actual no es menos preocupante que la del Katrina. El tratamiento informativo de la génesis y evolución de esta pandemia, hasta que no ha tenido repercusiones económicas, ha sido bastante superficial, preocupaba poco y era asunto de otros, China en este caso, se veía como algo lejano y en sociedades alejadas de los valores occidentales, pero había una realidad que se nos ocultaba en aras de un crecimiento que el sistema necesitaba para evitar su colapso. Un sistema que tiene como fin acaparar riqueza y dinero, para unos pocos.

¿Pero por qué esta preocupación?. Se nos ha dicho reiteradamente que este sistema no tiene alternativa; la historia se repite con demasiada frecuencia, y ya hemos escuchado voces, tras la declaración del estado de alarma, enfatizando que deberán hacerse “reformas”, palabra mágica, que traducida al lenguaje normal significa recorte de derechos y libertades. Esto es una nueva vuelta de tuerca de un sistema, el actual neoliberalismo, que es incapaz de dar soluciones, y aquí es donde la sociedad debe ser inflexible y exigir otras alternativas, que sean capaces de llevar el bien vivir a todos los lugares y personas.

Un buen comienzo sería la desarticulación de esa pandemia social llamada “globalización”, que aunque nos fue vendida como la solución a todos los problemas económicos, gracias a una ideología del siglo XIX, la realidad se ha empecinado en llevarle la contraria. Lo que ha conseguido es seguir explotando a la mayoría de los países pobres, aunque sus élites se hayan enriquecido como nunca, y que en los países llamados desarrollados la mayoría de su población haya visto menguar sus ingresos y riqueza, en muchos casos con riqueza negativa, generando un hipercapitalismo que ha beneficiado a una ínfima parte de la población. No son propuestas proteccionistas, si no un sistema justo donde todos puedan desarrollarse, y donde las externalidades negativas del sistema actual sean pagadas por quienes las provocan, y no por la mayoría de la población.

Hay alternativas para que los países menos ricos tenga el desarrollo necesario, sin que a cambio de ello las clases medias y bajas del resto del mundo sean los únicos pagadores, la justicia fiscal global no admite demora, así como un sistema de ayudas que no hipotequen el futuro de los países que necesitan más desarrollo, tal vez protegiendo sus incipientes industrias, que es precisamente lo que, a lo largo de la Historia, no han hecho las potencias económicas actuales, promoviendo una condonación de toda la “deuda injusta” que limita sus posibilidades actuales, ¿no se hizo esto con muchos países europeos tras las guerras del siglo XX? ¿O es que, desde una perspectiva velada o abiertamente supremacista, pensamos que por haber nacido en Occidente tenemos más capacidades que los nacidos en países del Tercer Mundo?

Lo anterior es solo un apunte, la situación, como no se le escapa a nadie, es bastante más compleja, pero el mensaje es claro, hay que hacer cosas nuevas si queremos resultados diferentes y positivos. Centrémonos ahora en nuestra situación particular, hablamos de Europa, ¿cuáles son nuestros problemas a resolver?. Hay muchos autores que consideran que nuestro problema es la construcción de una unidad europea errónea, comenzando por la moneda única, el euro, el cual puede ser la fuente de las dificultades para un espacio colaborativo entre países, habiendo conseguido lo contrario, ser una fuente de competencias internas entre países (incluso dentro de cada país). Sin un sistema fiscal único y un sistema bancario para todos garantizado por el BCE, la viabilidad de la CE está en entredicho.

La pandemia social de Europa es clara, un sistema que fomenta la competencia fiscal entre países, véase el caso de Irlanda, Luxemburgo,…, y una lógica neoliberal incuestionable: la austeridad, palabra que sirve para todo tipo de actuaciones. La realidad es que esto es una imposición de los países con superávit para doblegar a los que tienen déficit, y así conseguir que estos últimos sean sus deudores en el futuro. Esto llevará a repetir la siguiente situación (con actores diferentes): las personas que nazcan en los países con déficit, en su futuro tendrán que dedicar una parte de sus recursos a pagar la deuda con los países con superávit, esto en Europa sabemos cómo acabó en el siglo XX, con dos guerras mundiales. No olvidemos que para que unos países tengan superávit otros obligatoriamente deben de tener déficit, por tanto repartamos responsabilidades, tanto del que se endeuda como del que le facilita crédito, dado que este último lo hace amparado en una moneda común (garantía de cobro sin devaluaciones), y de un mayor rédito financiero (préstamos a Grecia,…).

Desde la Economía del Bien Común compartimos diferentes aspectos que plantean prestigiosos economistas como, Joseph E. Stigliz o Thomas Piketty. Proponemos un nuevo contrato social donde todos los grupos de interés (stakeholders) deben tener adecuada respuesta, no solo los de los propietarios, sobre la base de nuevos valores como: la dignidad humana, la solidaridad y justicia, la sostenibilidad medioambiental y la transparencia y participación democrática. Todo ello implica un nuevo acuerdo europeo donde todos esos valores tengan cabida, con sistemas de fiscalidad altamente progresiva, tanto en renta, como en sucesiones y riqueza; sistemas de participación democrática en la toma de decisiones y un respeto total hacia nuestro medio ambiente.

Aun reconociendo que un problema global de salud es un hecho preocupante, las verdaderas pandemias están en los valores de la sociedad, en la falta de ética en el comportamiento de las personas, en la insuficiente democracia en las propuestas políticas y en el aprovechamiento a cualquier coste de los recursos naturales, así nuestro futuro será como mínimo oscuro. Pero confiemos en los valores de la mayoría de las personas, y su posicionamiento a favor del Bien Común.

Autor: J.M.Martín

Bibliografía:

Joseph E. Stiglizt «El Euro, como la moneda común amenaza el futuro de Europa»

«El malestar de la Globalización»

Thomas Piketty «Capital e Ideología»

«El capital del siglo XXI»

Naomi Klein «La Doctrina del Shock»

Yanis Varoufakis «Y los pobres sufren lo que deben?