Una mirada desde la Economía del Bien Común y el decrecimiento
La escasez de recursos energéticos, el aumento de las desigualdades sociales y la dependencia del crecimiento económico forman un triángulo de tensión que define nuestra época. El modelo económico actual, sostenido por una lógica de acumulación, extractivismo, competencia y expansión permanente, enfrenta sus propios límites físicos y sociales. Frente a esta realidad, la Economía del Bien Común (EBC) plantea una alternativa: construir un sistema económico orientado al bienestar humano, la equidad y la sostenibilidad.
Durante décadas, el crecimiento económico global ha estado intrínsecamente condicionado por el aumento del consumo energético, principalmente de fuentes fósiles. Este modelo ha generado desarrollo en algunos sectores, pero también ha contribuido al deterioro ecológico, al cambio climático y a una creciente desigualdad en la distribución de la riqueza y del acceso a los recursos.
Las economías modernas han actuado como sistemas adictos a la energía barata, promoviendo un consumo desmedido e ineficiente. A nivel urbano, por ejemplo, muchas ciudades han crecido bajo un modelo dependiente del automóvil privado, con infraestructuras consumidoras voraces de energía y una escasa inversión en transporte público eficiente. Este patrón de desarrollo no solo es insostenible, sino que perpetúa una distribución desigual del acceso a la energía y los servicios esenciales.
La EBC critica esta visión reduccionista del éxito económico centrado exclusivamente en el crecimiento del PIB (el cual realmente solo mide el rendimiento del Capital). En su lugar, propone utilizar el Balance del Bien Común, una herramienta que mide variables como la dignidad humana, la justicia social, la sostenibilidad ecológica y la participación democrática. Este enfoque reorienta el propósito de la economía hacia el bien colectivo y no hacia el beneficio individual.
Escasez energética: un problema que no afecta por igual
A medida que la disponibilidad de energía barata y abundante se reduce, sus efectos sociales se hacen más visibles. Las familias con bajos ingresos enfrentan pobreza energética, incapaces de mantener una temperatura adecuada en sus hogares o de acceder a servicios básicos. Muchos países del Sur Global viven situaciones de precariedad e inseguridad energética, mientras las potencias económicas acaparan recursos o externalizan impactos ecológicos y sociales.
La crisis energética, además, afecta de forma desigual a las personas con menos recursos, las cuales ante la escasez y encarecimiento se ven abocados sin remedio a la pobreza energética, lo cual no es un problema solo del Sur Global, sino que afecta también a las sociedades más avanzadas. Todo ello refleja un sistema que prioriza la rentabilidad económica sobre las necesidades humanas.
La EBC enfatiza que la energía, como bien esencial, debe ser considerada un bien común. Por ello, defiende una redistribución justa del acceso y una política energética basada en criterios sociales y ecológicos, no en la rentabilidad del mercado. Reivindica modelos descentralizados, con participación ciudadana, que permitan el empoderamiento de comunidades energéticas locales.
Transición energética: ¿justa o excluyente?
La necesidad de una transición hacia fuentes renovables es indiscutible. Pero si se realiza sin justicia social, puede reproducir o incluso profundizar las desigualdades existentes. Los costes de esta transición —como nuevas infraestructuras, reformas del sistema eléctrico o subida de precios— suelen recaer sobre los sectores más vulnerables, provocando rechazo y alimentando discursos populistas y negacionistas.
Desde la EBC se propone una transición justa: que los costes y beneficios se repartan equitativamente, que se generen empleos dignos en sectores verdes y que la ciudadanía tenga voz en las decisiones energéticas. La participación democrática es clave para una transición legitimada socialmente.
Además, es fundamental incorporar criterios de equidad intergeneracional: garantizar que las decisiones actuales no comprometan el bienestar de las generaciones futuras. Esto implica abandonar megaproyectos destructivos o dependientes de minerales raros extraídos con alto impacto ambiental y social.
Antonio Turiel, investigador del CSIC, plantea en su libro El futuro de Europa una crítica profunda al modelo de transición energética actual. Según Turiel, la idea de sustituir completamente los combustibles fósiles por energías renovables es técnicamente inviable debido a limitaciones materiales, como la escasez de minerales esenciales y la intermitencia de fuentes como la solar y la eólica. Proponiendo disminuir la demanda energética mediante cambios en los hábitos de consumo, y la promoción de estilos de vida más sostenibles, como única solución posible.
Más allá del crecimiento verde
La mayoría de las propuestas de «crecimiento verde» mantienen la lógica del beneficio económico sin cuestionar los fundamentos del sistema. Esta visión busca “desacoplar” el crecimiento del uso de recursos, pero los estudios muestran que este desacoplamiento absoluto es prácticamente imposible a escala global y sostenida en el tiempo.
La EBC desafía esta visión al reconocer que vivimos en un planeta con límites físicos. Por ello, sostiene que no es viable un crecimiento perpetuo. El objetivo debe ser maximizar el bienestar dentro de los límites ecológicos, fomentando un decrecimiento selectivo en sectores dañinos (como el fósil,…) y crecimiento en sectores sostenibles y sociales (como los cuidados, la educación o las energías limpias).
La economía, desde esta perspectiva, debe servir a la vida, no al revés. Esto implica cambiar indicadores, redefinir prioridades y construir una nueva narrativa sobre lo que significa el progreso.
Propuestas transformadoras desde la EBC
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Empresas orientadas al bien común: Evaluadas no solo por beneficios económicos, sino por su impacto social, ecológico y democrático. El Balance del Bien Común debe convertirse en un criterio de acceso a ayudas públicas o contratación estatal.
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Sistema financiero ético: Apoyo a bancos regionales y éticos que financien proyectos sostenibles y solidarios. Es urgente desvincular el crédito de la especulación y vincularlo al servicio de la comunidad, para lo cual, la creación de una Banca Pública es cada vez más necesaria.
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Fiscalidad justa: Impuestos altamente progresivos, y ecológicos que penalicen la contaminación y premien las prácticas sostenibles. El principio de “quien contamina paga” debe ser reforzado y aplicado de manera efectiva. Las externalidades negativas no deben ser repercutidas a la sociedad actual o futura.
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Democracia económica: Impulso de cooperativas, comunidades energéticas y gobernanza participativa en sectores clave como la energía, el agua o la vivienda. El control ciudadano sobre los bienes comunes es esencial para una economía verdaderamente democrática.
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Revalorización del trabajo esencial: Reconocer y remunerar adecuadamente labores sociales y ecológicas fundamentales para el bien común, como los cuidados, la agroecología o la educación.
Conclusión: una economía para el siglo XXI
La crisis energética y la desigualdad no son fenómenos aislados, sino síntomas de un modelo económico en crisis: el capitalismo neoliberal. La Economía del Bien Común ofrece una propuesta integral que sitúa el bienestar de las personas y el respeto por la naturaleza en el centro del sistema. Requiere valentía política, compromiso ciudadano y una profunda transformación cultural. Pero es también una invitación a construir una economía al servicio de la vida, y no del lucro sin límites.
Llamadas a la acción
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Constituir un ente público/comunal para la gestión de la energía, asegurando su control democrático y orientado al bien común.
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Analizar globalmente las necesidades energéticas reales, y cómo cubrirlas con diferentes tecnologías renovables. No podemos seguir pensando que, al ritmo actual, la energía no acabará colapsando el sistema, ya sea por escasez o por insostenibilidad.
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Exigir responsabilidad social a los operadores privados implicados en la producción y comercialización de la energía. El acceso a la energía no puede estar sujeto únicamente a las reglas del mercado.
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Exigir el reembolso de todas las externalidades negativas generadas por el sistema energético. Si no lo pagan quienes lo ocasionan, lo pagará la mayoría social o las generaciones futuras.
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Evitar las puertas giratorias: impedir por ley que quienes han legislado sobre energía u otros bienes esenciales, terminen trabajando para las grandes empresas del sector.
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Facilitar la gestión cooperativa y descentralizada (soberanía energética) de los recursos energéticos, promoviendo comunidades locales de energía renovable.
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Ayudas/subvenciones en los sistemas de almacenamiento descentralizado de los sistemas renovables.
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Apoyo a los países del Sur Global en su desarrollo energético, reduciendo voluntariamente el consumo desaforado de los países más desarrollados que no necesitan seguir creciendo.
¿Y si medir el éxito económico fuera cuestión de cuánto cuidamos a las personas y al planeta?
Es hora de imaginar, debatir y construir una economía del siglo XXI: justa, democrática y en paz con los límites de la Tierra.
Autor:
Juan Manuel Martín EBC-Valladolid
Apoyos:
Fernando Moreno Bernal EBC-Cádiz
Andrés Moya Velázquez EBC-Madrid
Tomás García Álvarez EBC-Asturias
Susana Mota EBC-Girona
Adela Suñer EBC-Barcelona
Luis Avilés EBC-Madrid
Mª Pilar Rueda Requena EBC-Valencia
José Luis Meri EBC-Valencia
Prudencio López Vicedo EBC-Valencia
Mario Marcelo Regidor Arenales ex-concejal de Las Palmas de Gran Canaria
José Luis Sánchez, alcalde de Miranda de Azán, primer municipio del Bien Común
Albert Llucian EBC-Valencia
Rosario Gómez-Álvarez EBC-Sevilla
Mª Rosario Aoiz EBC-Barcelona
Referencias:
Antonio Turiel “El futuro de Europa”
Nicholas Georgescu-Roengen “La Ley de la Entropía y el Proceso Económico”
Kate Raworth “Economía rosquilla”
Jason Hickel “Menos es más”
Juan Torres “Para que haya futuro”
Kohei Saito “El Capital en la era del Antropoceno”
Paul Mason “Postcapitalismo, hacia un nuevo futuro”