Por qué la acción colectiva necesita estructura institucional

A lo largo de la historia, ha sido común escuchar la consigna “El pueblo salva al pueblo” como un llamado a la solidaridad, la auto organización y la acción comunitaria frente a situaciones adversas. Si bien es cierto que la movilización popular ha sido motor de muchos cambios sociales y respuesta inmediata en momentos de crisis, sostener que el pueblo puede salvarse a sí mismo, en cualquier circunstancia y sin apoyo externo, constituye una visión incompleta de la realidad social y política. La experiencia demuestra que la fortaleza de una sociedad no depende únicamente de la participación ciudadana, sino de la capacidad colectiva para organizarse y de la colaboración efectiva con instituciones estatales sólidas que garanticen derechos, recursos y la protección de todos sus integrantes.

La autosuficiencia popular

La idea de que el pueblo, por sí mismo, puede enfrentar cualquier desafío, emerge de un anhelo legítimo de autonomía y poder popular. Sin embargo, cuando se presentan desastres naturales, crisis económicas o amenazas a la seguridad, la acción espontánea suele ser insuficiente. En muchos casos, la falta de coordinación y recursos puede llevar a resultados desiguales, esfuerzos duplicados o incluso a la exclusión de los sectores más vulnerables.

El pueblo, entendido como la suma de personas que comparten un territorio y un destino común, necesita algo más que voluntad y solidaridad: requiere organización estratégica, estructuras de comunicación, logística y acceso a bienes materiales y servicios que, por su naturaleza, generalmente exceden las capacidades individuales o de pequeños colectivos.

La organización social: clave para la eficacia

La organización social permite canalizar la energía y los recursos de la ciudadanía hacia objetivos concretos. A través de asociaciones civiles, cooperativas, sindicatos y movimientos sociales, las personas pueden coordinar esfuerzos, establecer prioridades, distribuir tareas y asegurar la representación de sectores diversos. Estas formas de organización aumentan la capacidad de respuesta y de incidencia ante problemas complejos.

No obstante, incluso las organizaciones sociales más sólidas y experimentadas encuentran límites cuando se enfrentan a desafíos de gran escala, como epidemias, catástrofes climáticas o colapsos económicos. Es en estos escenarios donde se revela la necesidad de articularse con el Estado y sus instituciones.

El papel de las instituciones estatales

Las instituciones estatales están diseñadas para gestionar recursos de manera equitativa, planificar a largo plazo y garantizar el bienestar general. Sus funciones incluyen la provisión de servicios públicos esenciales, la articulación de sistemas de salud, educación, seguridad y justicia, y la protección de los derechos fundamentales. Además, el Estado tiene la capacidad de movilizar recursos a gran escala, coordinar esfuerzos entre distintos niveles de gobierno y actores sociales, y ofrecer respuestas integrales cuando las necesidades superan la capacidad de la sociedad civil.

En emergencias, como terremotos, inundaciones, incendios o pandemias, la intervención estatal es crucial para organizar la evacuación, garantizar el acceso a atención médica, distribuir alimentos y reconstruir infraestructuras. Sin esta colaboración institucional, la acción popular corre el riesgo de quedar fragmentada, carecer de legitimidad o incluso enfrentarse a obstáculos legales y administrativos. Por Estado debemos entender tanto las comunidades autónomas como el estado central, siempre atendiendo a sus correspondientes competencias.

La sinergia necesaria: pueblo organizado e instituciones sólidas

Lejos de ser excluyentes, el poder del pueblo y la acción estatal deben comprenderse como esferas complementarias. La verdadera fuerza de una sociedad radica en la capacidad de sus habitantes para organizarse y presionar por un Estado eficiente, transparente y abierto al diálogo. A su vez, las instituciones deben reconocer, respetar y potenciar la participación social, facilitando espacios de cooperación y toma de decisiones conjunta.

El éxito de las grandes transformaciones sociales, así como la capacidad de respuesta ante crisis, suele depender de esta sinergia: un pueblo organizado, consciente de sus derechos y deberes, que trabaja de la mano con instituciones estatales robustas y dispuestas a servir a la comunidad.

Porqué fracasan los países

Pero no siempre las instituciones están orientadas a servir a la comunidad. En el libro “Porqué fracasan los países”, a través del análisis del comportamiento de algunos países, podemos ver: “Los países fracasan principalmente debido a instituciones extractivas que benefician a élites pequeñas a expensas de la mayoría, impidiendo la igualdad de oportunidades, la innovación y el crecimiento económico inclusivo.” Por eso, en algunos ámbitos se propugna la participación en las instituciones de carácter extractivo con el fin de redirigir sus objetivos hacia la consecución del Bien Común.

La Economía del Bien Común

Entre estos movimientos sociales se encuentra La Economía del Bien Común (EBC), que es un sistema económico alternativo propuesto por Cristian Felber inspirado en el concepto de Bien Común tal y como lo recogen la mayoría de las constituciones occidentales.

Este modelo económico se construye en base a los valores universales como la Dignidad, la Equidad, la Solidaridad global, la Sostenibilidad ecológica, la Justicia social, la Transparencia y la Participación democrática.

Y su modo de operar consiste en ayudar a las organizaciones sociales de base, tales como Empresas, Municipios, Centros educativos, etc., se orienten a la consecución del Bien Común. Y a que las instituciones estatales tiendan a la inclusividad para que beneficien a la mayoría de la ciudadanía.

Artículo de opinión de: Alberto Llucián EBC-Valencia

12 septiembre 2025

Bibliografía:

Christian Felber: “La Economía del bien común” (1ª y 2ª edición).
Juan Ramón Sanchis Palacios y María Amigo Pérez (coordinadores): “El modelo de la economía del bien común”.
Daron Acemoglu y James A. Robinson: “Porqué fracasan los países”. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.