Bien Común es el fin supremo que la gran mayoría de países democráticos defienden en sus Constituciones, es por ello que necesitamos recordar que la economía debe estar al servicio de la consecución de dicho objetivo. Estos dos términos pierden todo su sentido al desvincularlos y evaluarlos de manera separada.
El concepto de economía deriva del griego y significa “administración de la casa», teniendo en cuenta que nuestra casa es también nuestro cuerpo, las ciudades, la naturaleza, el planeta… Podemos hacer un símil observando cómo el cuerpo necesita producir sangre para funcionar, pero nuestro fin no es el de producir sangre. Nuestro fin es vivir, el buen vivir. Bien Común tampoco representa la suma y acumulación de todos los bienes, sino el beneficio, el orden y equilibrio que vivir nos aporta, y por lo tanto, todo aquello que nos hace felices.
Es por ello que necesitamos vincular de nuevo la economía al bien común, la administración de los recursos a los valores universales que nos unen como son la dignidad humana, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, la justicia social y la participación democrática y transparencia.
Para cuantificar y visibilizar todo ello hemos creado una matriz del bien común, herramienta técnica de medición capaz de relacionar las tres esferas de acción entre lo social, lo económico y lo ecológico que nos da como resultado un balance objetivo y un plan de mejora.
Esto implicaría una transformación social, económica y cultural que queremos implantar desde las empresas, instituciones, organizaciones y ayuntamientos, para que en última instancia sea recogido por los gobiernos para que favorezcan a las empresas, financiadores y consumidores éticos.